miércoles, 17 de noviembre de 2010

ADICCION

Hace unos 15 años, era un fumador compulsivo, consumía una media de 20 cigarrillos diarios o lo que es lo mismo, una cajetilla, para algunos, mucho, para los que consumen dos, poco. Conocía el perjuicio de tal actividad sobre mi cuerpo, siempre pensaba que algún día tendría que hacer el esfuerzo y abandonarlo para siempre. Hubo algún intento que otro, pero nunca con éxito, cada vez me parecía más difícil. Podía justificarlo fácilmente, me decía que era un placer, sobre todo después de una buena comida, acompañando un buen café ó compartiendo con los amigos en fiestas, bares ó reuniones, pensaba que era placentero y que  no importaba mucho si no hacía el esfuerzo de abandonarlo, incluso acuñaba con una sonrisa la típica frase del fumador “¡¡ de algo hay que morir!!”.
Un día, por ciertas circunstancias, tuve que quedarme en mi casa durante dos días, solo, sin poder salir a la calle, sin poder conectar con ninguna persona. Tenía comida, bebida y todo lo necesario. Sin embargo me horrorice al darme cuenta que solo me quedaban dos cigarrillos.
Fueron dos días espantosos, después de consumir los dos cigarrillos, empecé a remirar toda la casa por si encontraba alguno olvidado en cajones ó armarios. Nada, no había nada, paso un buen rato y empecé a mirar los ceniceros por si quedaba alguna colilla aprovechable, nada de nada. Le daba vueltas a la cabeza para encontrar la forma de conseguir cigarrillos, pero no surgía nada.
Poco a poco el nerviosismo se apoderó de mí, me agitaba convulsivamente, buscaba incesante hacer cualquier cosa para evadirme de esta necesidad imperiosa de fumar, pero nada daba resultado, el nerviosismo fue subiendo de tono, empecé arrojar todo lo que se encontraba a mi alrededor a golpear las puertas con los pies y los puños,  daba golpes de cabeza contra las paredes, me arañaba y me provocaba dolor buscando aliviar aquel estado. Termine en la esquina de una pared, sentado en el suelo y llorando, acababa de experimentar la adicción, me hice CONCIENTE de que era un adicto, de que algo de fuera poseía el poder sobre mí, era un esclavo, carecía de mi propia voluntad . Era un ser totalmente condicionado.
Lloré amargamente, savia de sobras los efectos nocivos del tabaco sobre el cuerpo, de la posibilidad de adquirir cáncer de pulmón ó garganta, de las dificultades cuando tenía que hacer un esfuerzo físico,  del vicio, incluso del expolio económico que representaba, pero imposible saber de la adicción, porque cuando tenia deseos de fumar, la droga siempre estaba disponible, solo cuando no estuvo, se abrieron los ojos del conocimiento verdadero.
Una fuerza interna surgió de mí,  dispuesta a recuperar la voluntad y el poder que había perdido, ahora ya sabía a lo que realmente me enfrentaba. En el resto de tiempo, regreso cierta calma, combinada con espontáneos ataques de ansiedad, fui aguantando como pude las embestidas.
Llego por fin el tercer día, apareció por la puerta un familiar cargado de cajetillas de cigarrillos, supuso que las habría echado de menos. Le dije que las guardara, que había decido en estos dos días prescindir para siempre de los cigarrillos. La mirada del familiar fue de incredulidad.
Los días siguientes fui combatiendo los embates de la ansiedad, solo tenía que acordarme de los días malditos que pase, para que la fuerza surgiera de mí y ganara la batalla. Poco a poco en el transcurrir de los días, volví a recuperar mi voluntad y mi poder. No he vuelto a fumar jamás, tampoco he sentido la necesidad de hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario